Café de México - Café Victoria, ejemplo de tenacidad en la construcción de un trabajo digno
18:23:00Café Victoria, ejemplo de tenacidad en la construcción de un trabajo digno
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En pleno centro de Tlalpan se encuentra
la Cooperativa Café Victoria, un proyecto que desde 2009 a la fecha, ha
ido creciendo con el objetivo de construir una alternativa de trabajo
digno y bien remunerado para sus integrantes. Y aunque dicha meta no se
ha logrado por completo, los pasos que estos han dado en dicho sentido
no son, en modo alguno, insignificantes. Por el contrario, sus esfuerzos
han derivado en beneficios bastante tangibles.
Reconociendo problemas comunes
La historia de dicho proyecto se remonta
al año 2006, cuando las trabajadoras y trabajadores de una serie de
locales de supuesto comercio justo denominados globalmente como
Cafetlán —en los que además de café se servía comida—, empezaron a
tener problemas con sus patrones a raíz del fracaso comercial derivado
de la apertura de dos sucursales adicionales a la que se encontraba en
Tlalpan, las cuales a decir de estos últimos, no funcionaron como debían
ni tuvieron éxito porque sus empleados «eran unos huevones».
Esto por supuesto causo molestia entre
todos ellos y detonó que iniciaran un proceso de reconocimiento de su
identidad como trabajadores, en el que identificaron problemas comunes
referentes a su situación laboral, tales como el no contar con: un
contrato de trabajo por escrito, seguridad social, aguinaldo, o
vacaciones; o el de que sus ingresos fluctuaran de acuerdo a las
propinas. Es decir, enunciaron y comenzaron a plantear soluciones para
resolver lo que Tania Turner —quién realizó su tesis de licenciatura en Sociología sobre esta experiencia— calificó como una situación evidente de «precariedad laboral».
La
dirección exacta del Café Victoria es: calle Guadalupe Victoria s/n,
locales 11, 12 y 13 del Mercado de la Paz, justo atrás del edificio de
la delegación Tlalpan.
Jóvenes de entre 20 y 35 años con
estudios medios superiores y superiores, varios habían participado en
movimientos sociales como el desarrollado entre 1999 y 2000 en la
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), lo cual sin duda influyó
en el hecho de que ante una serie de atropellos, supieran reaccionar de
manera colectiva y organizada.
En un lapso no mayor a tres meses
empezaron a tener reuniones periódicas en las que articularon sus
demandas, constituyéndose de manera relativamente rápida como el
Colectivo de Trabajadores Asalariados de Cafetlán, mismo que acreditó el
despido injustificado de uno de los empleados en la sucursal de Coapa
(el otro renunció voluntariamente) ante la Junta de Conciliación y
Arbitraje, con el apoyo y la asesoría legal del Centro de Investigación Laboral y Asesoría Sindical A. C., que más tarde —ante el agravamiento del conflicto con los patrones— les terminaría recomendando que se afiliaran al Frente Auténtico del Trabajo
(FAT), suma de sindicatos y organizaciones que promueve el socialismo
autogestionario. Así lo hicieron, no sin antes dejar en claro que
mantendrían inalterados sus principios, tales como la horizontalidad y la rotatividad.
Cuando esto sucedió los patrones
reaccionaron con la típica soberbia de quien se siente protegido, o de
menos solapado por la inoperancia de las leyes laborales mexicanas,
llegando a decirles que ellos no eran trabajadores sino «becarios que
recibían un apoyo», afirmando además que «beneficios» como el de la
«alimentación» (tenían derecho a una comida en el local) y el
«transporte» (pago de taxi para los trabajadores del turno que concluía a
las 11 de la noche), se los iban a tener que devolver de manera
retroactiva.
El ambiente se tornó muy tenso y los
problemas no cesaron. Su demanda de firmar un Contrato Colectivo de
Trabajo en donde se negociaran los términos bajo los cuales se
establecía la relación laboral fue continuamente desestimada por los
dueños, cosa que orilló a los trabajadores a emplazar a una huelga con
el objeto de sentarlos negociar. Dicha huelga dio inicio el 21 de marzo
de 2006 y por increíble que parezca, aún no termina. Me comentaron que
muchas veces tuvieron la sensación de que la propia Junta de
Conciliación y Arbitraje alargaba deliberadamente el proceso con el
objeto de cansarlos. Sin embargo, como veremos en breve, supieron
sortear ésta trampa no ateniéndose a sus tiempos.
A partir de la fecha mencionada los
entonces huelguistas pasaron por un puñado de situaciones delicadas,
tales como la sustracción del equipo que estaba bajo su resguardo por
parte de los patrones, el levantamiento de una demanda por parte del
arrendatario del lugar —misma que no prosperó—, o la declaratoria de
inexistencia de su huelga por parte de la mentada Junta de Conciliación y
Arbitraje —decisión que fue revocada después de un año, luego de la
tramitación de un amparo—; todo ello mientras mantenían un plantón en
las afueras del que fuera su centro de trabajo, el cual dieron por
terminado en noviembre de 2008. Esto último, no como una claudicación en
sus demandas, sino para salir del pantano legal en que los había metido
la burocracia que en teoría debería coadyuvar en el cumplimiento de las
leyes laborales.
Construyendo la utopía laboral
Decía Eduardo Galeano que la
utopía siempre está en el horizonte y sirve para caminar. Cuando las
trabajadoras y trabajadores de Cafetlán empezaron a constatar que la vía
legal ya no les ofrecía mayores salidas, comenzaron a imaginar su
propia utopía laboral, que incluía el mantener y fortalecer las
relaciones de compañerismo que habían forjado durante su plantón, ser
dueños de sus propios medios de producción, ganar un salario digno,
tener prestaciones laborales básicas, establecer verdaderas relaciones
de comercio justo con los productores, tener vacaciones pagadas y lo principal, prescindir por completo de la figura del patrón.
Organizando diversos eventos, vendiendo
café y pan a los transeúntes, boteando mientras repartían volantes en
donde informaban sobre su situación, y endeudándose con unos cuantos
amigos y familiares; el Colectivo de Trabajadores Asalariados de
Cafetlán empezó a construir el sueño de una cooperativa que acabaría por
llamarse Café Victoria, en aparente alusión a la calle en la que hoy se
sitúa —Guadalupe Victoria—, pero que antes que eso, refleja la voluntad
de ganar con la que sus integrantes emprendieron dicho esfuerzo.
En cuanto levantaron el plantón
comenzaron a buscar posibles lugares, lo que los llevó a establecer un
acuerdo de comodato con doña Rosa, una locataria del mercado de Tlalpan
que atendía un par de accesorias en las que se servían comidas corridas.
Estas fueron remozadas y adecuadas para funcionar como café por los
propios cooperativistas, quienes además compraron las máquinas
necesarias para tostar, moler y preparar el grano. Meses más tarde, su
vecina, doña Ana, establecería con ellos un convenio similar.
La inauguración oficial ocurrió en enero
de 2009, en un ambiente festivo. Su primer salario fue de 10 pesos por
cada turno de 8 horas trabajado, el cual ha ido subiendo paulatinamente
hasta llegar a los 250 pesos que ganan en la actualidad. Para
contrastar, cuando estallaron la huelga en Cafetlán, ganaban 96 pesos
por jornada. Ricardo, quien atendía la cocina mientras yo tomaba
fotografías para este artículo me comentó: «Tenemos la meta de llegar a
300 pesos este año».
Asimismo me platicó de su búsqueda de
alternativas para tener seguridad social, las cuales sin embargo no se
han concretado. Por lo pronto, la cooperativa los apoya con dinero para
las medicinas en caso de enfermedad. Precisamente, una situación que
actualmente los tiene con el ánimo algo bajo, es que a uno de ellos le
fue diagnosticado un padecimiento de cierta gravedad, por lo que está
bajo permiso indefinido con goce de sueldo, además de que todos sus
compañeros participan activamente en la organización de eventos para
recaudar fondos con el fin de pagar su tratamiento. El apoyo mutuo es otro de sus principios básicos.
Otras prestaciones con las que cuentan
son el «permiso de paternidad» de cinco semanas pagadas en el caso de
ellos y el «permiso de maternidad» de seis meses pagados en el caso de
ellas. Ambos casos ya fueron puestos en práctica en una ocasión cada
uno. Por si fuera poco, todos pueden realizar sus tres comidas en el
local, además de seguir contando con el apoyo para transporte en caso de
que tengan que salir muy noche de trabajar.
Los
horarios de venta y atención al público son: de lunes a viernes entre
las 7:30 y las 22:00 horas, sábados de 8:00 a 22:30, domingos y días
festivos de 8:00 a 22:00 horas.
En cuanto a su carta, en ella ofrecen un
excelente café de Oaxaca, Veracruz y Chiapas, que le compran
directamente a los productores; panqués, hojaldres y pays de queso con
mermelada, que hornean ellos mismos; diversos tipos de baguettes
y ensaladas, así como sincronizadas y molletes. Por supuesto cuidan
siempre que la manipulación de los alimentos sea higiénica y las
porciones generosas. Y aún corriendo el riesgo de que esto parezca un
«infomercial», no puedo dejar de mencionar que todo lo que anuncian en
su carta sabe muy bien.
Al manejar precios que están entre un
30% y un 50% por debajo de los que muestran el resto de los negocios de
la zona, su clientela es muy amplia. A ésta la integran, entre otros:
burócratas de la delegación Tlalpan, académicos de centros de
investigación aledaños —como el Centro de Investigación y Estudios
Superiores en Antropología Social (CIESAS)—, jóvenes estudiantes,
activistas de múltiples causas, médicos y enfermeras de hospitales
cercanos, adultos mayores que acuden cada semana a la explanada de
Tlalpan para bailar danzón, e incluso monjas y curas de la Universidad
Pontificia de México.
Su máxima instancia para la toma de
decisiones es la asamblea, en donde todos tienen los mismos derechos y
en la que —por lo que he podido observar— suelen repartirse las
obligaciones de manera bastante equilibrada. Por supuesto en todos estos
años han sorteado varios conflictos nada sencillos, tanto a lo interno
como a lo externo. Como la vez en que la Comisión Federal de
Electricidad (CFE) les cortó la luz «por falta de pago», no solo a ellos
sino a todo el mercado, ante lo cual promovieron una protesta de
locatarios frente al edificio delegacional, después de lo cual les fue
restablecido el servicio.
Finalmente, considero destacable el
hecho de que aquellos que iniciaron el proyecto no son los mismos que lo
mantienen hoy día, varios han decidido salirse para buscar otras
oportunidades y experiencias, aunque de estos, la mayoría mantiene una
relación de profunda amistad con sus antiguos compañeros de trabajo.
Actualmente sólo cinco de los fundadores continúan, los otros diez
miembros se han ido incorporando a lo largo de todo este proceso, cosa
que lejos de ser negativa, nos habla del grado de consolidación que han
logrado. La autogestión de la que muchos sólo hablamos,
es practicada por estos hombres y mujeres día con día. Para cualquiera
que se les acerca, los resultados de su tenacidad saltan a vista.
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