Café de Colombia - Más de un centenar de mujeres del Cauca (Colombia) se organizan en una cooperativa cafetalera que suministra a España
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Más de un centenar de mujeres del Cauca (Colombia) se organizan en una cooperativa cafetalera que suministra a España
05.06.16 | 12:35h.
EUROPA PRESS | MADRID
Cuatro mujeres de la asociación AMUCC muestran la distinta maduración del grano del café en la región colombiana del Cauca.
Un total de 190 pequeñas caficulturas del
valle colombiano del Cauca han conformado una cooperativa integrada,
presidida y comandada exclusivamente por mujeres que proporciona la
materia prima entre otros a Supracafé, proveedor a su vez en distintos
establecimientos en España donde los ciudadanos, con su consumo, están
contribuyendo sin saberlo al desarrollo de una de las regiones de
Colombia profundamente castigadas por la guerra y la pobreza.
Lo cuentan con entusiasmo Elisabeth Trujillo y
Fabiola Tombe, fundadoras del grupo y actuales presidenta y responsable
legal; mientras toman en la Pastelería Mallorca de Madrid una taza del
Arábiga 100% que ellas mismas han visto crecer. "La gente se toma su
taza de café y no se pregunta de donde viene, pero ese café que toman
ustedes lo es todo, es muy importante, muy valioso para nosotras",
afirman.
Tomaron la iniciativa hace 17 años, cuando
una cooperativa abrió una convocatoria para caficultoras en esta tierra
llena de mujeres solas por culpa de la guerra. Más de 800 se apuntaron,
pero al cabo de unos años quedaban 190 que venciendo todo tipo de
dificultades, se organizaron por su cuenta emancipándose de la
cooperativa masculina y también de los hombres que decidían por ellas
todos los aspectos de su vida. Hoy producen 280.000 kilos de café
gourmet al año.
"ÉRAMOS LAS CENICIENTAS"
"Antes se cultivaba el café y los hombres distribuían la plata.
Nosotras éramos las 'cenicientas', no teníamos un cargo decisorio.
Empezamos a conocernos, a ver quiénes seríamos las socias, a meter
gente, y conseguimos que por primera vez en 50 años, hubiese dos mujeres
en la dirección de una cooperativa cafetalera", destaca Trujillo.
Explica que eso les ha permitido "tomar decisiones por el bien del
grupo, mirando por las mujeres", aunque para llegar hasta aquí han
tenido que vencer la resistencia de los varones, maridos y socios
cafetaleros que "estaban aterrados" y "decían que las mujeres no debían
estar ahí".
Incluso las asambleas de cooperativistas,
a las que está vetado el acceso a los maridos y donde se habla del
negocio, pero también "de todas esas cosas que ellas no pueden hablar en
su casa"; despertaban recelos. "Había esposos que esperaban a la puerta
y nos preguntaban de qué iba. Pensaban que estábamos confabulando otras
historias", recuerda.
Ahora, a esas 190 mujeres las
dejan tranquilas, pero no es el único cambio. Si en el origen, menos del
30% de las caficultoras eran dueñas de las tierras que cultivaban y
cuyos beneficios administraba el marido en exclusiva, hoy se acercan al
100% porque la cooperativa ya exige que al menos algo del terreno sea de
la mujer que lo trabaja. Algunas lo han comprado, otras han conseguido
que el esposo les ceda una parte de su pequeña parcela. Allí la que más
tiene cuenta con hectárea y media.
Tombe incide en
que es una cuestión de empoderar a las mujeres, pues se atribuye la
responsabilidad de abrir la cooperativa al mayor número de caficultoras
posible, pero también de "controlar la trazabilidad" del producto.
Cuando una es dueña de su tierra tiene el control de lo que se produce,
cómo se produce, cuánto gana y cuánto debe invertir. Además,
practicamente todos sus beneficios repercuten en la mejora de las
condiciones de vida de su familia, sobre todo en la escolarización de
los niños.
SI EL HOMBRE GASTA, LA MUJER INVIERTE
"Es habitual y es muy triste, que en una familia muy humilde el señor
venda el café y se vaya después a echar un trago con sus amigos, aunque a
sus hijos les falten pantalones. Cuando trabajas con mujeres, todo
repercute en el bienestar de las familias y en el desarrollo del
negocio, en toda la comunidad. Lo cambia todo", afirma Ricardo Oteros,
director general de Supracafé.
Destaca que "si se
considera que el 69% de la población del Cauca está en la pobreza y el
30% en la miseria, lo que hacen estas mujeres es infinitamente más
grande". Recuerda que en esta zona del mundo coger las armas o dedicarse
al cultivo o tráfico de drogas es muchísimo más rentable. Ellas, con su
trabajo, "combaten eso", crean alternativas a caminos que en muchos
casos llevan a la muerte.
Las mujeres que integran la
cooperativa son conscientes. Algo más del 20 por ciento se han visto
afectadas por la violencia, ya sea en forma de familiares o líderes
asesinados, ya sea por haberse visto obligadas a huir. La propia
Trujillo perdió a su padre y tuvo que abandonar con el resto de la
familia las tierras, a las que regresó al cabo de unos años "con la cara
alta" porque dice, "uno no puede estarse lamentando" y tiene que tomar
las riendas de su vida.
Supracafé insiste en que no
llegó hasta estas mujeres por filantropía, sino por visión de negocio
porque el Cauca es al café lo que la Ribera del Duero al vino y ellas
están sobre las mejores tierras. Oteros afirma que la empresa, que
cuenta con una hacienda donde produce su propio café justo al lado de
las cooperativistas, las ha venido apoyando pero no tutelando:
"Nosotros
no hemos querido ir a decirles cómo hacer las cosas teóricamente,
nosotros les hemos abierto las puertas y les hemos enseñado cómo lo
hacemos, para que ellas aprendan y decidan qué funciona y qué no",
afirma.
APOYO AL PRODUCTOR, NO TUTELAJE
Cuando empezaron a trabajar con ellas, hace 15 años, acababan de
formarse como cooperativa y Supracafé ya estaba apoyando la producción
de un grupo de cafetaleras en un municipio del Cauca. Estas 190 mujeres
proceden de nueve pueblos distintos, por lo que su efecto multiplicador
era más ambicioso. En los primeros años se invertían entre 3.000 y 4.000
euros en la cooperativa, se proporcionaba capacitación y acompañamiento
técnico a las caficultoras y sobre todo, se les compraba el producto,
dándoles así autonomía.
Ellas, que se refieren a la
empresa española como "un ángel de la guarda", buscaron otros apoyos por
su cuenta. Desde alumnos de último curso de la Universidad que hacían
de asesores tanto en temas de agricultura como en contabilidad y
legislación, hasta psicólogos con quienes organizaron charlas para
maridos e hijos a fin de que entendieran que las mujeres "necesitan su
propio espacio en la toma de decisiones".
El
resultado, 50 mujeres preparándose para poder sumarse a la cooperativa,
que desde 2006 cuenta con financiación de CafeMundi, la organización que
integran 13 compañías de café españolas; tiene el apoyo de EXPOCAFÉ y
la Cooperativa de Caficultores del Cauca y un sello Fairtrade que les
garantiza una remuneración justa, 20 centavos de dólar extra por kilo
que dicen, marca la diferencia porque "permite atender a las mujeres"
para que salgan adelante.
Ahora, las cooperativistas
se han asociado con Supracafé en Tecnicafé, un proyecto en colaboración
con la Gobernación del Cauca que se ha puesto en marcha en "fincas
experimentales para producir cafés especiales de alta calidad" e
investigar nuevas variedades y mejoras. "Nuestros socios miembros del
parque tecnológico son ellas, es muy significativo porque van a ser
ellas quienes transmitan ese saber hacer a los 90.000 productores
censados del Cauca", añade Oteros.
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