Ciento setenta y dos mujeres en la pausa del café
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Ciento setenta y dos mujeres en la pausa del café
13 de mayo de 2016
Por Belén de la Banda
Tengo que reconocer que cuando se habla de café no puedo ser imparcial. La única adicción que no he podido quitarme nunca más allá de dos o tres días es el café con leche.
Ahora mismo, mientras escribo, tengo la taza llena al alcance de la
mano derecha. Y mientras lo preparo, y cuando lo tomo, me siento bien. Y
el concepto de pausa de café me resulta una de las ideas más
estimulantes: en medio de cualquier evento, supone un momento de
encuentro libre con las personas que nos encontramos en ese camino. Y en
los días de trabajo, las pocas veces que hay un hueco, supone un
estupendo momento especial con las compañeras.
Por eso me ha resultado muy simpática la propuesta del Día Mundial del Comercio Justo, que se celebra mañana sábado: la mayor pausa de café del mundo, #FairTradeChallenge.
Donde estés, con quien estés, diez o quince minutos para reflexionar en
torno a una taza sobre lo mucho que puedo hacer para mejorar la vida de
otras personas.
Para mí este año también va a ser muy especial ese momento. Lo celebraré con mi familia (tendrá que ser pausa-café y pausa-chocolate, e incluso pausa-galletas para tener a todos satisfechos).
Lo que es seguro es que sabremos de quién acordarnos. Porque desde hace
cinco años seguimos la historia de las mujeres que cultivan café en
Nicaragua, y ahora añadiremos a las cooperativas de mujeres que se
incorporan a enviarnos su café desde Uganda bajo la etiqueta Tierra
Madre.
172 mujeres es una forma de hablar, una cifra pequeña. Sé que son
muchas más las que se benefician de un trabajo y un producto que
defiende sus derechos. En Nicaragua, lo que financia este programa
de mujeres es específicamente el apoyo para que ellas puedan registrar la tierra a su nombre.
Esto tiene que ser así porque en muchos casos la propiedad de la tierra
está en manos de los hombres y el proceso de adquirir la titularidad
resulta complicado para ellas. Tener la propiedad legal de la tierra que se cultiva es un punto clave de partida en el reconocimiento de muchos otros derechos,
y desde luego es el punto de apoyo para que sean ellas quienes tomen
las decisiones respecto a su trabajo. Cuatro años de programa han
permitido corregir muchas situaciones injustas, y que cambien las
relaciones de poder y se respete la propiedad entre los hombres y las
mujeres de la cooperativa.
Era un buen ejemplo para exportar, más allá del producto en sí.
Durante muchos meses mis compañeros y compañeras trabajaron en el diseño
de un programa similar en Uganda, que finalmente se ha podido hacer
realidad gracias al apoyo de Triodos Bank. Reflexiones, estudios, entrevistas a 172 mujeres de la cooperativa ugandesa de café, y muchos meses de trabajo
para entender sus necesidades, llevaron a una primera propuesta. Sin
embargo, lo imprescindible era que las propias mujeres de la cooperativa
expresaran sus intereses. Agnes, Bonabantu, Byamhanga y Namaara, cuatro
de las mujeres productoras de café y cooperativistas, escucharon los
objetivos que se habían pensado para el programa (por ejemplo, la
educación de sus hijas, ya que el absentismo y el fracaso escolares son
mayores en las niñas que en los niños en esta región). Como suele
ocurrir, parecían estar de acuerdo con la propuesta. Sin embargo, poco
antes de acabar la reunión, les preguntaron si se les ocurría alguna
orientación mejor para el programa. Se miraron, susurraron alguna cosa
en runyankole, la lengua local, y finalmente una de ellas se atrevió, con voz quebrada, a preguntar si tal vez no sería mejor otra opción. En palabras de mi compañero Juanjo Martínez: ‘Cuando
nuestro intérprete acabó de traducir su exposición, no nos lo podíamos
creer: nos estaban proponiendo algo totalmente diferente que era,
simplemente, mejor’
Gracias a las propuestas de las mujeres ugandesas, con el dinero destinado a este programa se conceden microcréditos a las mujeres que presenten una propuesta de desarrollo.
De este modo, aquellas que reciben un microcrédito se comprometen a
devolver el fondo con unos pequeños intereses y en un plazo inferior a
un año. Pasado este tiempo, si es necesario, pueden volver a recibir un
microcrédito. El fondo irá aumentando y su capacidad será proporcional a la responsabilidad con la que ellas mismas lo traten.
La cooperativa brinda apoyo técnico en la administración de estos
fondos pero son las propias mujeres las que deciden a quién se presta y
en qué condiciones. El mero hecho de habilitar un espacio en el que las
mujeres se reúnan y compartan sus dificultades cotidianas ya es un gran
paso. A las virtudes del comercio justo y de la agricultura ecológica se
une el empoderamiento de las mujeres, desde el inicio del proyecto. Como debe ser.
Va a ser difícil quitarme la adicción al café con leche. Sobre todo
porque esta adicción me vincula muy directamente con estas mujeres de
Uganda y Nicaragua a las que admiro, que salen de una situación muy
difícil y que gracias a sus capacidades, poco a poco, se van haciendo
dueñas de sus vidas.
Si alguien más se anima a celebrar esta inmensa pausa de café, la información está aquí. Es una propuesta sencilla y placentera. Y yo brindaré con mi taza por las mujeres de Tierra Madre.
Belén de la Banda es periodista, madre de familia numerosa, y forma parte del equipo de comunicación de Oxfam Intermón.
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