Café de Colombia - Ahora la inclinación por el café, está cambiando
11:49:00Ahora la inclinación por el café, está cambiando
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BOGOTÁ,- Los tiempos cambian y hasta en
la costumbre de tomar café, hace tiempo que los colombianos solían tomar
café por la mañana como una bebida energizante para soportar la intensa
actividad del día, sin prestar demasiada atención al sabor y
consistencia…pero ahora los paladares locales se han vuelto exigentes
con la bebida nacional.
Hay un relato en las zonas cafeteras que
revela la contradicción entre el país elogiado por su café suave y la
nación que bebía tazas del grano sin un atisbo de conciencia. A las
mujeres en las fincas cafeteras les regalaban los granos de baja calidad
durante la selección y esta a su vez vendía ese producto a los
procesadores locales que lo tostaban, molían, empaquetan y convertían en
el café que se consumía en la mañanas.
Aquello lo llamaban “café pasilla” y
varias generaciones crecieron tomando esa bebida, que solía ser
enmascarada con cucharadas de azúcar.
“Los colombianos poco a poco han ido
entendiendo el significado de la calidad y el valor de café”, le dijo a
ANSA Rodrigo Alarcón, coordinador del Laboratorio Central de Almacafé,
encargada de la logística para el almacenaje y exportación del grano de
la Federación Nacional de Cafeteros (FNC).
Alarcón ha acumulado décadas de
conocimiento sobre el grano, desde las distintas formas de producción,
hasta las maneras de entender y definir las características sensoriales
de la bebida.
En sus palabras, el café se compone de
“acidez que son como las agujitas que pican en la lengua, cuerpo es
tomarse un taza y diez minutos después tener vivo su sabor, suavidad es
la ausencia de resequedad en la boca y dulzura es haberle echado azúcar
al café sin habérsela puesto”.
Colombia ha experimentado varias etapas
en su relación con el café: en los años 50 del siglo pasado la
Federación se esforzó por diferenciar el grano local en el mercado
internacional por su suavidad y a inicios de los 60 creó el personaje de
Juan Valdez como vehículo publicitario.
Luego, en los años 80, emprendió una
gran campaña en Estados Unidos para convencer a los consumidores de ese
país de que se trataba de un producto sofisticado y a finales de los 90
apostó por los “café especiales”, con lo que amplió las variedades en
sabor, textura y valor.
Fue en esa última etapa donde surgieron
la tiendas de café, incluidas las de Juan Valdez, ahora esparcidas por
varios lugares del mundo, y cuando los colombianos empezaron a entender
en qué consistía la bebida que consumían.
“Los cafés se deben tomar
preferiblemente sin azúcar; un buen café no necesita azúcar, se bebe
como un buen vino, como un buen queso, como un buen whisky”, agregó
Alarcón.
“Nuestra obsesión no es ser el café más vendido de Colombia o fuera
del país, sino ser el más lujoso del mundo. Que los grandes sibaritas,
que la aristocracia vea en un café colombiano un vehículo de un especial
placer, un lujo”, afirmó a ANSA Gustavo. Los Villota, un par de dandis,
venden su café a unos 17 dólares la libra en el mercado local y 40
dólares afuera, convirtieron su finca en un lugar de turismo y
producción, y están convencidos que son “un secreto bien guardado”.
ansa/r3
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