Café de Cuba - La ANAP y los cafetaleros cubanos

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La ANAP y los cafetaleros cubanos

Dimas Castellanos | La Habana | 12 de Julio de 2016 - 08:18


La declaración emitida en mayo de 2016 por el Buró Nacional de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) ante la decisión anunciada por el  Departamento del Tesoro para que los productores independientes de Cuba puedan exportar café a Estados Unidos, no podía ser una sorpresa. Dicha declaración corresponde exactamente a su naturaleza, pues la ANAP no representa los intereses de los productores sino los del Estado, el Gobierno y el Partido Comunista (PCC). Para demostrarlo basta con remitirse a sus bases fundacionales. 

El asociacionismo de campesinos y patronos, que emergió en el siglo XIX cubano, se expandió con las libertades refrendadas en la Constitución de 1901 y creció al calor de la lucha en defensa de los intereses de sus afiliados contra el desalojo, por la propiedad de la tierra, mejores mercados, precios dignos, créditos con bajos intereses y disminución de las rentas, entre otros. El Decreto 16 de 3 de enero de 1934, promulgado durante el gobierno de Ramón Grau San Martín, institucionalizó la colegiación obligatoria de las asociaciones de productores. En 1937 se celebró el Primer Congreso Nacional Campesino y en 1941 se creó la Asociación Nacional Campesina. Hechos estos que convirtieron al asociacionismo en una institución clave de la sociedad cubana.

Como resultado del giro hacia el totalitarismo sufrido por el proceso revolucionario de 1959, la propiedad privada y la diversidad de asociaciones campesinas y patronales fueron eliminadas. En octubre de 1960, con el argumento de que, una vez nacionalizados todos los ingenios azucareros, sus miembros habían perdido la condición de hacendados, fue disuelta la más poderosa de las organizaciones, la Asociación de Hacendados de Cuba.  Le siguió en turno la Asociación de Colonos de Cuba, hasta que en diciembre de 1960, el líder de la revolución adelantó la siguiente idea: "Es necesario que los pequeños agricultores, en vez de ser cañeros, tabacaleros, etc., sean sencillamente agricultores y organicemos una gran Asociación Nacional de Agricultores Pequeños". Idea que, como era costumbre, devino ley.

El 21 de enero de 1961 todas las organizaciones de empleadores y las asociaciones campesinas existentes fueron sustituidas por la Asociación Nacional de Colonos; la cual pasó a denominarse Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP)  en el mes de mayo de ese año. Al frente de la cual se designó a José Ramírez Cruz, procedente de la lucha insurreccional y de las filas del Partido Socialista Popular (PSP).

Los objetivos de la ANAP quedaron refrendados en el articulado de sus estatutos. El séptimo de ellos plantea: "Orientar y dirigir a los cooperativistas y agricultores pequeños la política agraria de la Revolución así como en los acuerdos y lineamientos trazados por el Partido y la propia organización en sus respectivos congresos y plenos".

El onceno artículo reza: "Lograr a través del trabajo político e ideológico de la organización el cumplimiento exitoso de los planes de producción y ventas al Estado y contribuir de modo efectivo en la aplicación de las normas y procedimientos que se establecen por los organismos rectores de la economía".

Mientras que el número catorce dice: "Desarrollar un profundo trabajo político con los campesinos para que no practiquen la venta de productos agropecuarios de forma ilícita, así como ejercer, en coordinación con los consejos populares y el MINAG el control necesario para evitar que tenedores de tierra no asociados a la ANAP cometan también violaciones que afecten el honor y la vergüenza campesina".

Estos tres artículos se resumen en: 1) la subordinación a los objetivos del Gobierno, 2) sustitución de la labor de los productores privados y sus asociaciones  privados, y 3) empleo de la asociación para vigilar, controlar e impedir la venta libre de sus producciones.

Ello explica que todos los plenos y congresos de la ANAP, desde su fundación a hoy, hayan sido presididos por funcionarios del Buró Político del PCC, y que en enero de 2013, violando los principios fundamentales del cooperativismo, sustituyera o liberara de sus funciones a 632 presidentes de cooperativas agrícolas.

Por tanto, no puede ser sorpresa que ante la decisión del Departamento del Tesoro estadounidense de añadir el café cubano a la lista de importaciones de productores independientes (que tomó mayor fuerza con el anuncio de Nespresso de reiniciar las ventas de café cubano en EEUU), la ANAP declarara su oposición.

Otra cosa hubiera ocurrido si la misma representara los intereses de sus afiliados, que serían los principales beneficiarios de la decisión estadounidense. En lugar de cuestionarse que "nadie puede pensar que un pequeño productor agrícola puede exportar directamente a EEUU", debió demandar ante el Gobierno cambios en el monopolio estatal para que fuera "pensable" y viable la oportunidad ofrecida a sus "afiliados".

La subordinación del ANAP al Estado, Gobierno y PCC explica no solo el estado de indefensión de los productores cubanos, sino también en el desinterés de los mismos, lo que se refleja en el declive sufrido por la producción cafetalera en Cuba, que llegó a ser la primera exportadora mundial de café, de 60.000 a 6.000 toneladas anuales. Y explica también la compra de café a países como Vietnam, al que Cuba enseñó a cultivar el grano.

Los resultados demuestran que la ANAP nunca pudo ni podrá suplir la  función de la Asociación Nacional de Cafetaleros, como tampoco la de hacendados, colonos, ganaderos y otras que producían cifras superiores a las actuales y que vendían libremente en el mercado nacional o internacional.

El control monopólico del Estado, los abusivos precios de acopio, las innumerables restricciones a que son sometidos los productores, las restricciones para comercializar una parte de la cosecha fuera del compromiso que le impone el Estado, las relaciones de propiedad de la tierra, la inexistencia de un modelo económico capaz de producir con eficiencia y el miedo a la formación de una clase media, están entre las principales causas del declive cafetalero, del declive de la agricultura, de la economía en general y de la nueva e inevitable crisis a que el país está abocado con la pérdida del suministro del petróleo venezolano.

Ahora, las relaciones con EEUU han develado ante el pueblo cubano donde radican las verdaderas causas del declive productivo.


http://www.diariodecuba.com/cuba/1468188090_23741.html



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